Las habilidades sociales constituyen un recurso clave para establecer relaciones interpersonales satisfactorias en nuestra vida personal y también en la laboral. Tanto en centros residenciales de atención a personas mayores como en centros para personas discapacitadas, el empleo de estas habilidades son imprescindibles para una adecuada convivencia. En estos centros se produce una cohabitaciónm forzosa a la que debe prestarse atención con el fin de evitar que aparezcan situaciones conflictivas o cuanto menos para saberlas conducir con el menor coste emocional posible.

El periodo de adaptación representa un momento crítico para las personas que ingresan en un centro residencial. Se recomienda una adaptación progresiva con un periodo previo en un centro de día, a ser posible en el mismo centro del ingreso. Sin embargo, esta posibilidad no es habitual que pueda ocurrir. Por este motivo todavía se convierte en más necesario el empleo de las habilidades sociales.

¿Cuáles son más necesarias? En el periodo de adaptación cobran mayor importancia las siguientes: saludar, presentarse, dar conversación, pedir ayuda y expresar sentimientos. No todas las personas dependientes están dotadas para desplegar estas habilidades por lo cual se precisa la ayuda de los profesionales que trabajan en los centros, que también deben estar preparados para facilitar la comunicación de los residentes y la expresión de sus inquietudes.

Los profesionales de atención sociosanitaria deben estar instruidos para desplegar cuatro habilidades sociales: la empatía, la asertividad, la escucha activa y la retroalimentación. La escucha activa supone una atención a los actos comunicativos de las personas residentes para permitir no sólo recibir las informaciones que nos quieren hacer llegar sino también captar lo que en el fondo quieren expresar los residentes, si bien no siempre lo harán de la forma “correcta”. Dado que los residentes se encuentran fuera de su entorno, se debe poner en práctica la empatía. Se precisa comprender la incómoda situación de personas fuera de su hogar y con déficit de autonomía personal.

También es preciso dirigirnos a usuarios y compañeros de trabajo con asertividad, es decir, haciendo valer nuestros derechos sin menoscabar los del resto. Por último debemos emplear la retroalimentación para comprobar el efecto que nuestras comunicaciones provocan en los demás. Es preciso comprobar si nuestros mensajes llegan de forma adecuada a los interlocutores, máxime cuando éstos sufren pérdida auditiva o deterioro cognitivo.